11.3.11

Historias mínimas: La plaza del ahorcado


Se colgó del árbol que daba la mejor sombra. Era una plaza relativamente concurrida (aunque en esta ciudad todas las plazas siempre fueron relativamente concurridas). La semana que se colgó, la gente se acercó para ver los detalles. Ahora casi nadie lo mira pero todos sabemos que esta ahí: por algo se conoce a este lugar como la plaza del ahorcado.
Vivimos en una ciudad modelo, construida de acuerdo con un plan, con calles numeradas y una plaza cada quinientos metros. Las casas son iguales, las calles son iguales. Ese es el motivo por el cual, según algunos, la gente se suicida. Lo cierto es que los suicidios le dieron a la ciudad la vida que no tenía. La calle del apuñalado, la esquina del atropellado, la plaza de los envenenados y ésta, la plaza del ahorcado, reordenaron la ciudad como cuatro nuevos puntos cardinales.
Los que vivimos en esta zona estamos verdaderamente orgullosos de nuesrta plaza y de nuestro ahorcado. Muchos de nosotros dejamos, de vez en cuando, flores o esquelas a sus pies. Los sábados pasan unas viejitas que le rezan algunas oraciones y se persignan.
Fabián Vique
Fuente, Edición extra de La Maga, 1995

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