31.3.12

Un poeta vertical: Roberto Juarroz


El 31 de marzo de 1995 se apagaba la vida del poeta Roberto Juarroz, pero su obra seguía y sigue viva. Aunque Juarroz nació en Coronel Dorrego en 1925 y allí trascurrieron los primeros años de su infancia muy pronto se mudó a su lugar en el mundo: la zona sur del conurbano bonaerense. Adrogué fue el destino de la familia Juarroz para instalarse y allí cursó los años de la secundaria, el descubrimiento de la poesía y de su otra profesión, la bibliotecología. Recién recibido de la secundaria fue contratado por la Escuela Normal para ponerse al frente de la biblioteca, luego de graduarse en Bibliotecología en la UBA comenzó una carrera como experto que lo llevó a ser director de la carrera en esa universidad y consultor de la Unesco y la OEA. Fue nombrado miembro de la Academia Argentina de Letras y recibió numerosos premios en la Argentina y el extranjero al ser el único argentino que obtuvo el importante premio de las Biennales Internationales de Poésie en Lieja, Bélgica en 1992.
Todo su trabajo está reunida bajo la idea de Poesía vertical, nombre con el que publicó su obra en la que abunda la reflexión sobre la poesía, las palabras y el destino del hombre.
Te regalamos un poema de Juarroz, para que si lo conocías lo redisfrutes y si no lo habías descubierto todavía lo agregues a las obligaciones.

No prestar atención a las palabras,
salvo a aquellas que transportan
su propia carga de silencio.
El discurso del hombre es extrañamente opresivo,
pero algunas palabras quedan sueltas
como pájaros que caen de sus bandadas
y que una zona especialmente susceptible del aire
retiene y congrega.

No prestar atención tampoco a la escritura,
salvo a ciertas páginas desprendidas o rotas
que conservan fragmentos
de algunas historias que no parecen historias
o de un balbuceo con una extraña ilación,
papeles que el viento arremolina en los rincones.

Y ni siquiera prestar atención a lo callado,
porque el silencio del hombre es casi siempre
nada más que un terreno baldío,
cercado por unas tapias lastimosas
que impiden que lo arrastren las hormigas.

Además de la palabra y el silencio,
el verdadero lenguaje articula otras cosas,
por ejemplo,
el filo sin sosiego que lo hiere.

(De Décima Poesía Vertical, 1987)

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